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Un día, Lola llevó a Valeria al colegio para enseñársela a sus amigas. Estaba muy orgullosa de su muñeca y quería compartirla con ellas. Sin embargo, no recibió la reacción que esperaba. Algunas de sus amigas se burlaron de Valeria y le dijeron que era fea, rara y aburrida. Que no era una Barbie de verdad, sino una imitación barata.

Lola se sintió muy triste y enfadada. No entendía por qué sus amigas no apreciaban a Valeria como ella. Pensó que tal vez tenían razón y que su muñeca no era tan bonita como las demás. Se fue a un rincón y se puso a llorar.

En ese momento, se acercó otra niña que estaba en su clase. Se llamaba Sara y era nueva en el colegio. Sara tenía vitíligo, una condición que hacía que su piel tuviera manchas blancas. Lola la había visto alguna vez, pero nunca había hablado con ella.

•  Hola, ¿puedo sentarme contigo? - le preguntó Sara con una sonrisa.


•  Claro, si quieres - respondió Lola secándose las lágrimas.


•  ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás triste? - quiso saber Sara.


•  Es por mi muñeca. Mis amigas se han reído de ella y me han dicho que es fea y rara - explicó Lola.


•  ¿Tu muñeca? ¿Puedo verla? - pidió Sara.


Lola le mostró a Valeria y se la dio. Sara la cogió con cuidado y la miró con admiración.

•  ¡Es preciosa! - exclamó Sara. - ¿Cómo se llama?


•  Se llama Valeria. Es una Barbie Fashionista sin pelo - dijo Lola.


•  ¡Qué guay! Yo tengo una Barbie Fashionista con vitíligo. Se llama Luna y es mi favorita - contó Sara.


•  ¿En serio? ¿Me la enseñas? - pidió Lola.


Sara sacó de su mochila una muñeca rubia con ojos azules y piel con manchas blancas. Era muy bonita y tenía un vestido de flores y unas gafas de sol.

•  Esta es Luna. Es una Barbie Fashionista con vitíligo - dijo Sara.


•  ¡Es preciosa! - repitió Lola. - ¿Cómo la conseguiste?


•  Me la regaló mi mamá por Navidad. Me dijo que era una muñeca especial, como yo - explicó Sara.


•  ¿Y no te molesta que tenga vitíligo? - quiso saber Lola.


•  No, al contrario. Me encanta que tenga vitíligo. Así se parece a mí y me hace sentir única - respondió Sara.


•  ¿Y no te molesta que la gente se fije en tu piel? - insistió Lola.


•  No, al contrario. Me gusta que la gente se fije en mi piel. Así puedo enseñarles que soy diferente y que eso es bueno - afirmó Sara.


Lola se quedó pensativa. Sara le estaba enseñando una lección muy importante. Le estaba enseñando que la belleza no depende del pelo o de la piel, sino de la actitud y de la confianza. Le estaba enseñando que la diferencia no es un defecto, sino una virtud. Le estaba enseñando que las muñecas, como las personas, son únicas y especiales.

Lola sonrió y abrazó a Sara. Había encontrado una nueva amiga. Una amiga que la entendía y la valoraba. Una amiga que compartía su pasión por las Barbies Fashionistas.

•  Gracias, Sara. Me has ayudado mucho - le dijo Lola.


•  De nada, Lola. Me alegro de haberte conocido - le dijo Sara.


•  ¿Quieres jugar conmigo? Podemos hacer que Valeria y Luna sean amigas también - propuso Lola.


•  ¡Claro! Me encantaría. Seguro que se llevan muy bien - aceptó Sara.


Y así fue como Lola y Sara se hicieron amigas. Y así fue como Valeria y Luna se hicieron amigas. Y así fue como las cuatro disfrutaron de su singularidad y de su diversidad. Y así fue como las Barbie Fashionistas les mostraron la belleza de la diferencia.

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